El hombre debe aprender a negarse a sí mismo el placer para recuperar la verdadera alegría, afirma la Dra. Anna Lembke, psiquiatra de Stanford. En su libro, muestra cómo el hombre moderno se ha convertido en esclavo del placer, y el antídoto para esta condición es…
En su libro Dopamine Slaves (Esclavos de la dopamina) y en su recién publicado cuaderno de ejercicios, la Dra. Anna Lembke expone una tesis audaz para ser feliz: el mundo en que vivimos se ha llenado tanto de estímulos placenteros que hemos perdido nuestra libertad. El acceso a los placeres inmediatos (redes sociales, comida basura, pornografía, compras, juegos de ordenador) hace que nuestro cerebro se inunde constantemente de dopamina.
Y esto provoca un efecto paradójico: cuanto más placer nos damos, menos somos capaces de sentirlo. Nos volvemos adictos a más estímulos, al tiempo que nos volvemos cada vez más apáticos e infelices. ¿Cómo se puede remediar esto? La respuesta de la Dra. Lembke es sencilla: abstinencia temporal, una forma moderna de ascetismo.
¿Ascetismo u hormesis? Una diferencia importante
A veces se confunde el ascetismo con la hormesis, pero se trata de dos conceptos diferentes. La hormesis se basa en el hecho de que pequeñas dosis de factores estresantes (duchas frías, ayuno intermitente, ejercicio intenso) fortalecen el organismo y mejoran la capacidad de adaptación. En cambio, el ascetismo no se centra en fortalecer el cuerpo, sino en renunciar al placer para recuperar el equilibrio mental y espiritual.
La Dra. Lembke no sostiene que los placeres sean malos, sino que un exceso de ellos conduce a un debilitamiento del sistema de recompensa del cerebro. La dopamina deja de liberarse en respuesta a las pequeñas alegrías, y buscamos estímulos cada vez más fuertes. ¿Su consejo? El ayuno dopaminérgico en forma de prácticas ascéticas (así como elementos de hormesis).