Entre 2018 y 2022, las muertes por sobredosis de opioides sintéticos entre jóvenes de 15 a 24 años se dispararon un 168 % en Estados Unidos, y el principal responsable tiene nombre propio: fentanilo.
Aunque originalmente recetado como analgésico para tratar dolores intensos, este opioide sintético ha invadido el mercado negro en versiones cada vez más potentes y letales. Hoy, está detrás de la mayoría de las muertes por sobredosis juvenil en el país norteamericano.
Un reciente estudio de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York, publicado en la revista Pediatrics, revela datos inquietantes: el consumo de fentanilo, solo o combinado con otras drogas, como cocaína o estimulantes, es la causa más frecuente de muertes entre adolescentes y adultos jóvenes. La investigación examinó más de 4.000 muertes, diferenciando patrones por edad, sexo y grupo étnico, lo que permite perfilar mejor la evolución de esta epidemia.
Cambio en el rostro de la crisis
Hasta 2018, los jóvenes blancos no hispanos lideraban las estadísticas de muertes por fentanilo. Pero para 2022, el impacto había cambiado de rostro: las tasas más altas se registraron entre jóvenes negros, indígenas americanos, nativos de Alaska e hispanos.
La mayoría de las víctimas mortales son varones entre 20 y 24 años. Además, las combinaciones de fentanilo con cocaína o metanfetaminas también han mostrado un aumento preocupante, lo que evidencia una tendencia al policonsumo entre la juventud.
¿Por qué en EE. UU. y no en otros países?
Especialistas como Alicia Alonso Cardaño, de la Sociedad Española del Dolor, explican que esta crisis tiene raíces estructurales. “En Estados Unidos, el acceso a la sanidad es complicado y privatizado. Eso dificulta el control de medicamentos como el fentanilo, incluso cuando son recetados legalmente”, advierte.
En países con sistemas de salud públicos, como España, los médicos tienen acceso centralizado a los historiales de prescripción, lo que permite una mejor vigilancia del uso de opioides. “Esto reduce drásticamente el riesgo de abuso y distribución ilegal”, añade Cardaño.
Urgen políticas públicas con enfoque juvenil
Los investigadores de NYU insisten en que entender estos patrones no es solo una cuestión académica, sino una herramienta para prevenir más muertes. Megan Miller, coordinadora del estudio, enfatiza que se necesitan estrategias diferenciadas y enfocadas en los entornos donde interactúan los jóvenes: escuelas, centros juveniles, refugios, e incluso los sistemas judiciales.
Entre las medidas propuestas están la distribución de naloxona (medicamento que revierte los efectos de una sobredosis) y tiras reactivas para detectar fentanilo en drogas callejeras. Todo esto acompañado de campañas de educación y reducción de daños.
“El fentanilo no discrimina, pero las soluciones sí deben hacerlo. Adaptarse a cada grupo social y contexto es vital para evitar más tragedias”, concluye Miller.