La actriz británica estuvo a punto de rechazar para siempre a Samantha Jones, el personaje más icónico de Sex and the City, por algo que hoy define como “edadismo autoinfligido”.
Durante seis temporadas, Kim Cattrall encarnó a Samantha Jones, la desinhibida, audaz y entrañable publicista que redefinió lo que significaba ser una mujer madura, sexy y sin complejos en la televisión. Sin embargo, lo que pocos sabían hasta ahora es que ese papel que la catapultó como símbolo de empoderamiento femenino estuvo a punto de no llegarle. Y no por falta de talento, sino por inseguridad.
En una reciente entrevista, la actriz de 68 años reveló que rechazó interpretar a Samantha en Sex and the City hasta en cuatro ocasiones. ¿La razón? Creía que, a sus 41 años, el público no la aceptaría como una mujer tan segura, seductora y libre. Una idea que hoy define sin tapujos como “edadismo autoinfligido”.
“Pensaba que era demasiado mayor para que me vieran como atractiva”, confesó la actriz, quien años más tarde terminaría cambiando para siempre la narrativa sobre la edad, el deseo y la independencia femenina en pantalla. «Pero eso cambió. Los 40 se convirtieron en sexy. Vamos a tener más de eso», sentenció con orgullo.
Y vaya que lo logró. Samantha no solo rompió estereotipos, sino que se convirtió en un ícono cultural. Siempre con una copa en la mano, una respuesta ingeniosa lista y cero tolerancia para el drama ajeno, Samantha fue la amiga que decía lo que otras pensaban, que vivía la sexualidad como algo libre, placentero y sin culpa.
Pero interpretar a un personaje tan potente también conllevó su carga. Cattrall reconoce que, en muchos sentidos, ella era lo opuesto a Samantha. “No era ninfómana, como muchos creían. Pero disfrutaba del plato principal. Todos los demás estaban con los entremeses, y ella iba directo al filete. Y siempre bajo sus condiciones”.
Aunque no participó en la secuela And Just Like That, debido a diferencias personales con Sarah Jessica Parker, protagonista de la serie, Kim Cattrall sigue siendo, para una generación entera, la verdadera alma libre del grupo. Su Samantha enseñó que la madurez no está reñida con el deseo, que el amor propio es también una forma de compromiso, y que la edad no define ni el atractivo ni la relevancia de una mujer.
Hoy, Cattrall disfruta de una vida lejos de los reflectores, dividiendo su tiempo entre Nueva York, Vancouver y el Reino Unido. “No necesito estar en un estudio ni en un escenario. Lo he hecho, lo disfruté, y si vuelve a pasar, será porque quiero hacer algo diferente”, afirma, con la misma elegancia con la que Samantha solía cerrar una escena con una frase inolvidable.
Kim Cattrall no solo aceptó el papel de su vida: lo transformó en un legado. Y aunque ella diga que es distinta a Samantha, lo cierto es que ambas tienen algo en común: marcaron la diferencia a su manera.