Tras el sorpresivo bombardeo de Estados Unidos a Irán, el Papa León XIV —primer pontífice norteamericano— exhorta desde Roma a detener la tragedia de la guerra y volver al camino de la paz
Mientras el mundo observa con inquietud una peligrosa escalada en Oriente Medio, el Papa León XIV ha alzado su voz desde Roma para pedir que la diplomacia se imponga sobre la violencia. Sus palabras, pronunciadas este domingo durante el rezo del Ángelus, cobran un peso particular no solo por la gravedad del momento, sino también por su origen: es la primera vez que un Papa estadounidense enfrenta una crisis internacional protagonizada por su país natal.
“Llegan noticias alarmantes desde Oriente Medio, especialmente desde Irán”, advirtió el Pontífice ante miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro. Su mensaje, aunque sin mencionar directamente el bombardeo ordenado por Estados Unidos la noche anterior, fue un llamado claro a la conciencia moral y a la responsabilidad internacional.
“Cada miembro de la comunidad internacional tiene una responsabilidad moral: detener la tragedia de la guerra antes de que se convierta en un abismo irreparable”, expresó con firmeza.
Tambores de guerra, víctimas sin voz
En los últimos días, Irán e Israel han intercambiado ataques que han golpeado tanto objetivos militares como civiles, con víctimas en ambos lados. Pero fue el bombardeo sorpresa de Estados Unidos a tres instalaciones iraníes —supuestamente vinculadas al programa nuclear— lo que encendió nuevas alarmas.
El presidente Donald Trump, acompañado por su equipo de seguridad nacional, justificó la operación en un breve discurso en el que advirtió que si Irán no elige la paz, enfrentará “una tragedia mucho mayor que la que hemos presenciado en los últimos ocho días”.
En contraste con este tono beligerante, León XIV optó por un mensaje profundamente pastoral y humano. Denunció el riesgo de que el sufrimiento cotidiano de poblaciones enteras —especialmente en Gaza y otros territorios en conflicto— quede sepultado por la retórica de poder y la lógica de la violencia.
“La guerra no resuelve los problemas, al contrario, los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar”, lamentó.
“Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños y el futuro robado”.
El pan que une, no la espada que divide
El llamado del Papa se dio en el marco de la Solemnidad del Corpus Christi, una fecha que pone en el centro de la vida cristiana la Eucaristía como signo de comunión, amor y entrega. En su reflexión previa al Ángelus, León XIV meditó sobre el Evangelio de la multiplicación de los panes, y lo conectó con la urgencia de compartir, no solo bienes, sino decisiones de paz.
“Los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen cuanto más se comparten”, afirmó, subrayando que el milagro no fue solo un prodigio, sino un gesto que revela el corazón de Dios: “Él acoge, santifica y transforma lo poco que le ofrecemos en alimento de salvación”.
Citando a san Agustín, recordó que así como muchos granos se convierten en un solo pan, la concordia entre los pueblos debería dar forma a un solo cuerpo, el de una humanidad reconciliada.
Una voz de conciencia en tiempos de tensión
El mensaje del Papa ha sido interpretado por observadores internacionales como una firme defensa de la diplomacia en tiempos de creciente confrontación. “Que la diplomacia haga callar las armas”, pidió León XIV, instando a las naciones a construir su futuro con obras de paz, no con violencia.
En un escenario geopolítico incierto, su voz resuena como la de un pastor que, desde el corazón de la Iglesia, recuerda que la verdadera fortaleza no radica en el poderío militar, sino en la capacidad de sanar, unir y construir caminos de entendimiento.