Celebrada por millones de católicos en todo el mundo, esta solemnidad honra la presencia real de Cristo en la Eucaristía y mantiene viva una tradición de fe, arte y comunidad desde hace más de ocho siglos.
Cada año, la Iglesia Católica conmemora con gran fervor el Corpus Christi, también conocido como la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Esta celebración, que oficialmente se lleva a cabo el jueves siguiente al domingo de la Santísima Trinidad, tiene como propósito adorar públicamente la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. En muchas diócesis, para facilitar la participación de los fieles, se ha trasladado su celebración al domingo inmediato (en 2025 el 22 de junio).
Más allá del calendario litúrgico, lo que distingue al Corpus Christi es su dimensión comunitaria, las calles, plazas e iglesias se llenan de vida con procesiones, cantos y oraciones, convirtiendo este acto de fe en una auténtica manifestación cultural y espiritual.
Un origen marcado por visiones y milagros
La historia de esta festividad se remonta al siglo XIII, cuando Juliana de Cornillón, priora en Lieja (Bélgica), impulsó la creación de una fiesta especial dedicada exclusivamente al Cuerpo de Cristo. La motivación surgió de una visión en la que la Iglesia aparecía como una luna con una mancha oscura, símbolo de una devoción ausente. Con el apoyo del obispo, estas celebraciones comenzaron a expandirse por Europa.
Sin embargo, fue un milagro en la localidad italiana de Bolsena lo que consolidó la fiesta: durante una misa, un sacerdote con dudas sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía vio cómo la Hostia sangraba. Este evento fue determinante para que el papa Urbano IV instituyera oficialmente la festividad el 8 de septiembre de 1264, mediante la bula Transiturus de hoc mundo.
Otros sucesos extraordinarios, como el de Lanciano, donde se reportó que el pan y el vino consagrados se convirtieron en carne y sangre —coincidiendo en tipo sanguíneo con la Sábana Santa de Turín—, fortalecieron la devoción a esta solemnidad.
Fundamento bíblico y teológico
El Corpus Christi encuentra sus raíces en la propia institución de la Eucaristía durante la Última Cena. Evangelios como los de Marcos (“Este es mi cuerpo… esta es mi sangre”) o Juan (“Yo soy el pan vivo que bajó del cielo”) son pilares de esta doctrina.
Además del respaldo bíblico, el Concilio de Trento reafirmó en el siglo XVI que en cada Eucaristía está presente “todo el Cristo: cuerpo, sangre, alma y divinidad”. Esta declaración consolidó la importancia teológica del Corpus Christi, no solo como un rito, sino como expresión visible de la fe cristiana.
Santos como Tomás de Aquino y Francisco de Asís también exaltaron el misterio eucarístico. Aquino incluso compuso himnos dedicados al Santísimo, como el Tantum Ergo, donde invita a venerar “tan grande Sacramento”.
Las procesiones, fe que camina
Aunque no se incluyó originalmente en la bula papal, pronto las comunidades comenzaron a salir en procesión, llevando la Hostia consagrada en una custodia por las calles. Estas manifestaciones se generalizaron a partir del siglo XIV, especialmente en ciudades europeas como París, Génova o Colonia.
En la actualidad, la procesión de Corpus Christi sigue siendo uno de los momentos más solemnes y emotivos para los católicos. Acompañados de cánticos, flores y oraciones, los fieles expresan públicamente su fe y gratitud por el don de la Eucaristía. En muchos lugares, se complementa con la “Hora Santa” los jueves en la noche, un momento de meditación ante el Santísimo Sacramento.
Celebraciones alrededor del mundo
Aunque el Corpus Christi se celebra en todo el mundo católico, hay lugares donde la tradición alcanza niveles extraordinarios de fervor y creatividad. En Toledo, España, una imponente custodia de plata recorre las calles bajo toldos y arcos florales. La Patum de Berga, en Cataluña, fue incluso declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
En América Latina, la festividad también toma formas únicas. En Venezuela, los “Diablos Danzantes” se rinden simbólicamente ante el Santísimo. En Perú, esta mezcla de religiosidad y cultura afroperuana cobra vida en coloridas celebraciones. En México, los voladores de Papantla y danzas tradicionales como la de los Quetzales se integran al festejo. En Colombia, carrozas y comparsas dan forma a una expresión popular cargada de fe.
Mucho más que una tradición
El Corpus Christi no es solo una celebración del calendario litúrgico; es una fiesta que une arte, historia, comunidad y fe viva. Como ha recordado el Papa León XIV en su reciente homilía desde San Juan de Letrán, “compartir el pan multiplica la esperanza”.
En tiempos de incertidumbre, la procesión del Cuerpo de Cristo por nuestras calles nos recuerda que la fe puede caminar, reunirse, cantar y sostener. Y que, como dijo San Francisco, aunque no veamos al Altísimo con los ojos, sí podemos encontrarlo en el Santísimo Cuerpo y Sangre que camina con su pueblo.