El alquimista del piano que encendió las pistas de baile, fundió el jazz con la salsa y dejó un legado inmortal en la música afrolatina
La noticia llegó el 6 de agosto de 2025 desde Nueva Jersey, Eddie Palmieri, pianista, compositor y director de orquesta, había muerto a los 88 años tras una larga enfermedad. Con él, se apagaba una de las luminarias más grandes de la música latina, pero su eco sonoro seguirá vibrando en cada descarga de trombones y en cada tumbao que hizo historia.
Nacido el 15 de diciembre de 1936 en el Harlem español de Nueva York, hijo de padres puertorriqueños, Palmieri creció en una casa donde la música no era un lujo, sino una necesidad vital. De niño soñaba con ser timbalero como su ídolo Tito Puente, pero el destino —y el piano— lo reclamarían para siempre. A los 13 años ya tocaba en la orquesta de su tío, y pronto encontró en las teclas el arma con la que revolucionaría la música tropical.
La Perfecta y la revolución del sonido
En la década de 1950 se curtió en orquestas de Johnny Seguí, Vicentico Valdés y Tito Rodríguez. Pero fue en 1961 cuando decidió romper moldes: fundó La Perfecta, junto al trombonista Barry Rogers y el cantante Ismael Quintana. En lugar de trompetas, apostó por una primera línea de trombones, un golpe sonoro más robusto y atrevido que fusionó jazz estadounidense con ritmos afrocaribeños.
Su primer álbum, La Perfecta (1962), encendió una chispa que pronto se convirtió en incendio musical. El son montuno, el guaguancó y el mambo fueron el combustible, y el objetivo declarado de Palmieri era simple y contundente, “Excitar al público a bailar”.
Experimentación y mensajes sociales
Eddie no era un pianista que se conformara con lo establecido. Con discos como Justicia (1969) o Harlem River Drive (1971), llevó la salsa a un terreno nuevo, mezclando funk, soul y letras con contenido social y político. En el legendario Eddie Palmieri & Friends in Concert (1971), grabado en la Universidad de Puerto Rico, dejó registrada una de las joyas más apreciadas de la música afroantillana.
En su repertorio quedaron clásicos como Muñeca y Vámonos Pa’l Monte, donde invitó a su hermano Charlie Palmieri al órgano. La experimentación no era un capricho: era su manera de empujar el género hacia el futuro.
El hombre de los Grammy
En 1974, junto a Lalo Rodríguez, compuso The Sun of Latin Music, el primer álbum latino en ganar un Premio Grammy. Fue apenas el primero de diez que coleccionaría a lo largo de su carrera. En los años 80 repitió la hazaña con Palo Pa’ Rumba y Solito, y en 1987 presentó al mundo salsero a La India con el disco Llegó La India vía Eddie Palmieri.
En 2000, cerró un círculo vital al grabar Masterpiece con su ídolo Tito Puente, producción que se llevó el Latin Grammy al Mejor Álbum de Salsa o Música Tropical.
El adiós de los grandes
La noticia de su muerte provocó un oleaje de homenajes. Bad Bunny compartió fotos del maestro con sus Grammys, Bobby Valentín lo recordó como su colega y “último dinosaurio” de la salsa, y Richie Ray lamentó la partida de un “maestro del piano y la salsa dura”. Herman Olivera, su vocalista y “sonero del siglo XXI”, lo despidió como a un padre, mientras Gilberto Santa Rosa afirmó que “la música del mundo está de luto”.
Rafael Ithier, de El Gran Combo, y Papo Lucca, de La Sonora Ponceña, lo describieron como un “genio del piano” y un “referente eterno”. La cantante iLe recordó el honor de cantar junto a él en el Día Nacional de la Salsa, y agrupaciones de plena como Plena Libre y Plenéalo destacaron su defensa del género autóctono puertorriqueño.
Del escenario a la gran pantalla
Incluso el cine tuvo su último guiño con él, Spike Lee lo incluyó en su próxima película Del cielo al infierno, protagonizada por Denzel Washington. La Eddie Palmieri Salsa Orchestra aparece tocando en una escena clave, llevando al cine el pulso de un desfile puertorriqueño con la misma energía que llenaba sus conciertos.
El filme, estrenado en Cannes y que llegará a Apple TV+ el 5 de septiembre, será también un tributo audiovisual a su talento.
Un legado que no muere
Palmieri solía decir que su don era para compartirlo y “echarlo pa’ lante” para las nuevas generaciones. Ese don sigue vivo en sus discos, en cada músico que se formó a su lado, y en cada pista de baile que vibra con su tumbao.
Eddie Palmieri fue más que un pianista, fue un arquitecto del sonido, un agitador cultural y un maestro de la experimentación. Y aunque su silla frente al piano quedará vacía, la música seguirá hablando por él.