Mucho más que cuidadores o memorias vivientes, hoy los abuelos son acompañantes activos, cómplices y guías que siguen educando con el ejemplo, el trabajo y la experiencia.
Por: Sergio Cazadero
Especialista en educación, comunicación y consultoría en desarrollo humano
www.sergiocazadero.com
Aunque mayo nos recuerda la celebración del Día del Maestro, y rendimos homenaje a quienes dedican su vida a enseñar, hombres y mujeres que, desde el aula, dedican su vida a formar las mentes y corazones de las nuevas generaciones. A ellos, nuestro reconocimiento y gratitud.
En esta ocasión, quiero enfatizar la existencia de otros «maestros silenciosos» cuya cátedra no se imparte desde un pizarrón, sino desde un paseo en bicicleta, la mesa del desayuno, el parque o incluso una jornada laboral que aún disfrutan, me refiero a los abuelos en acción.
En estos tiempos vertiginosos y de inmediatez, hay algo profundamente humano que nos reconcilia con lo esencial: compartir la vida con quienes han recorrido un camino lleno de historias, aprendizajes y amor. Hoy, más que nunca, los abuelos siguen siendo una fuerza viva dentro de nuestras familias. No solo por lo que saben, sino por lo que aún hacen.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México más de 3 millones de personas mayores de 60 años siguen activas laboralmente y, lejos de aislarse, participan en su comunidad, en sus trabajos, y sobre todo, en la vida cotidiana de sus hijos y nietos. Son testigos comprometidos que no se limitan a contar cómo era la vida antes, sino que acompañan con vigor cómo es hoy y cómo miran el futuro.
Hablamos de esos abuelos que enseñan a vivir con pasión, que caminan a paso firme por los senderos de su ciudad, que manejan sus autos, hacen ejercicio, mandan mensajes de voz por WhatsApp y se conectan por videollamada para felicitar a sus nietos. Muchos incluso siguen liderando proyectos, dando consejos profesionales y siendo referentes de estabilidad emocional y espiritual.
El rol educativo de estos abuelos activos es inmenso. No enseñan desde la nostalgia, sino desde la presencia. Son abuelos que acompañan en la cotidianeidad y es ahí donde transmiten valores, hábitos, fe y fortaleza.
Por eso, hoy quiero hacer un reconocimiento muy especial a estos abuelos en plenitud, que siguen enseñando con su testimonio el valor y sentido de la vida.
Aquí te comparto cinco claves que ellos mismos, sin saberlo, modelan cada día en sus familias:
1. Enseñan con el ejemplo, no con discursos. No necesitan grandes sermones. Basta ver su entusiasmo diario, su responsabilidad, su deseo por estar actualizados. Son un espejo que refleja lo que significa vivir con pasión y propósito.
2. Promueven el equilibrio entre tradición y apertura. Conectan el ayer con el ahora. Nos recuerdan costumbres, historias familiares, oraciones y recetas… pero también nos animan a descubrir el presente, a usar la tecnología, a aprender cosas nuevas, y a confiar en que cada generación tiene algo valioso que aportar.
3. Están presentes, no solo disponibles. No son niñeros de tiempo completo, sino presencias significativas. Abuelos que se hacen un espacio para estar, para compartir, para acompañar activamente —ya sea en un evento escolar, un paseo o una conversación que deja huella.
4. Cultivan una fe viva y cercana. Muchos de ellos son los que nos enseñaron a hacer la señal de la cruz, a rezar el Rosario, a dar gracias antes de comer. Y aún hoy, con su fe sencilla y constante, nos muestran que la espiritualidad no se jubila.
5. Inspiran a vivir con alegría y sin miedo al tiempo. Con sus risas, anécdotas y su deseo de seguir sirviendo, nos enseñan que la edad no limita la vitalidad del alma, y que el corazón puede permanecer joven mientras se mantenga abierto al amor.
En una sociedad que a veces sobrevalora la juventud inmediata y olvida la sabiduría duradera, necesitamos volver a mirar a los abuelos con ojos nuevos. No como aquellos que “ya fueron”, sino como los que siguen siendo. Y siendo mucho.
Hoy más que nunca, los abuelos activos no son un recurso del pasado, sino una esperanza del presente. En ellos vemos que educar no es una etapa de la vida, sino una forma de estar en el mundo.
“Un abuelo que sigue soñando enseña más que mil libros: su vida es una lección viva de amor, fe y presencia.”