La representación nacida en Greccio en 1223 continúa marcando el sentido de la Navidad ocho siglos después
La tradición que nació en una gruta de Greccio, en Italia, gracias a San Francisco de Asís, sigue siendo uno de los símbolos más poderosos y reconocibles de la Navidad cristiana en todo el mundo.
Fue en la víspera de Navidad de 1223 cuando San Francisco, recién regresado de un viaje a Tierra Santa, quiso ofrecer a la gente sencilla una forma clara y cercana de comprender el misterio del nacimiento de Jesús. En un entorno humilde, entre colinas, dispuso un pesebre con heno, un niño, un buey y un asno. No buscaba adornos ni solemnidades excesivas, sino provocar contemplación y cercanía.
Aquella noche se celebró la Misa frente a la escena y, desde entonces, Greccio pasó a ser conocida como la “nueva Belén”.
De una gruta italiana a una tradición universal
Según relatan los Hermanos Menores, la orden fundada por San Francisco, aquel lugar quedó consagrado al Señor. Con el tiempo se levantaron un altar y una iglesia sobre el sitio del pesebre, dando inicio a una devoción que se expandió rápidamente por Europa y luego por todo el mundo cristiano.
Siglos después, el pesebre sigue ocupando un lugar central en hogares, parroquias y espacios públicos, especialmente en América Latina y el Caribe. Más allá de su valor religioso, la escena transmite mensajes universales: humildad, esperanza, familia, sencillez y cuidado del prójimo.
Greccio hoy un espacio de memoria y fe viva
En la actualidad, el Santuario de Greccio continúa recibiendo peregrinos y visitantes durante todo el año. Cada Navidad se realiza un Nacimiento viviente que recuerda lo ocurrido en 1223, manteniendo viva la memoria de aquel gesto que transformó la forma de celebrar la Navidad.
La gruta original conserva frescos del siglo XIV que representan el nacimiento de Jesús y el origen del pesebre. En sus alrededores pueden visitarse el pequeño dormitorio donde descansaba San Francisco, las estancias de los primeros frailes y la primera iglesia dedicada al santo, construida en 1228.
Una tradición que no pierde sentido con el tiempo
En pleno 2025, el pesebre sigue hablándole a una sociedad marcada por la prisa, el ruido y el consumo excesivo. Ocho siglos después, la enseñanza de San Francisco permanece intacta: lo esencial no necesita grandeza para ser profundo.
Colocar un pesebre hoy no es mirar al pasado con nostalgia, sino reafirmar valores que siguen siendo necesarios. Desde una gruta en Greccio hasta nuestros días, la escena del nacimiento continúa recordándonos que la Navidad empieza en la sencillez… y se completa en el corazón.






