Un nuevo informe científico revela cómo estos productos están afectando la calidad de vida de millones de personas, en especial a los adultos mayores
En las últimas décadas, los alimentos ultraprocesados se han convertido en parte habitual de la dieta diaria en muchos hogares. Son cómodos, accesibles, sabrosos y duran meses sin dañarse. Pero esa misma conveniencia tiene un costo alto para la salud. Una reciente serie de estudios publicada por la prestigiosa revista The Lancet, elaborada por un equipo de 43 científicos, advierte que la expansión de estos productos está agravando enfermedades crónicas, debilitando la alimentación tradicional y creando un problema global difícil de ignorar.
Para la comunidad de La Alianza, que valora la prevención, el bienestar y el manejo responsable de la salud, esta información no es un dato más. Es una llamada de atención para proteger la calidad de vida en la edad madura.
Qué son los ultraprocesados y por qué afectan tanto
La clasificación NOVA, desarrollada por el investigador Carlos Monteiro, explica que estos productos no son comida tradicional, sino fórmulas industriales elaboradas con sustancias modificadas, aditivos, colorantes y endulzantes artificiales. Ejemplos comunes incluyen galletas empacadas, cereales saborizados, embutidos, refrescos, comidas congeladas y snacks listos para consumir.
Estos alimentos ocupan un espacio creciente en la dieta mundial. En Estados Unidos y el Reino Unido ya superan la mitad del consumo calórico diario. En países como México, Brasil y España su presencia prácticamente se duplicó en solo tres décadas. La realidad es clara: donde antes había frutas, granos, panes caseros o sopas frescas, ahora hay paquetes brillantes que prometen sabor inmediato.
Qué está ocurriendo con nuestra salud
La evidencia es contundente. Los investigadores de The Lancet analizaron más de cien estudios y coincidieron en que quienes consumen ultraprocesados con frecuencia enfrentan un mayor riesgo de desarrollar obesidad, diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedades del corazón. También se encontró una relación preocupante con problemas de estado de ánimo como la depresión.
En la población adulta mayor, este impacto es aún más fuerte. Muchos de estos productos concentran calorías vacías y carecen de nutrientes esenciales como fibra y proteínas, elementos claves para mantener la masa muscular, la energía diaria, la digestión y un sistema inmunológico fuerte. A esto se suma que suelen ser altos en sodio, lo que puede complicar la presión arterial y otros padecimientos frecuentes en la tercera edad.
Una tendencia que no se detiene
Los investigadores observaron un patrón claro. A medida que avanza la industrialización, los ultraprocesados se vuelven más baratos y más visibles. Esto desplaza los alimentos frescos, incluso en comunidades donde antes predominaba la cocina casera. En muchos lugares es más fácil y barato comprar una caja de galletas que una bolsa de frutas, y ese desequilibrio se refleja en la salud de la población.
Para nuestra comunidad, que ya enfrenta desafíos de movilidad, falta de tiempo o ingresos limitados, esta tendencia representa un obstáculo adicional. La alimentación saludable se vuelve un reto cuando lo ultraprocesado es siempre lo más accesible.
Qué propone la ciencia para cambiar el rumbo
Los autores del estudio no se quedan en el diagnóstico. También presentan soluciones para que los gobiernos puedan proteger a sus poblaciones. Entre ellas destacan el uso de etiquetas claras que indiquen el nivel de procesamiento, impuestos que desincentiven los productos menos saludables y regulaciones que limiten su acceso en escuelas, hospitales y oficinas públicas.
Sin embargo, recalcan un punto esencial. Las políticas no funcionarán si no hay alternativas reales. Hace falta invertir en mercados locales, programas que subsidien alimentos frescos y proyectos comunitarios que acerquen productos naturales a zonas donde escasean. Brasil ya está avanzando en esa dirección con su programa alimentario escolar, que busca privilegiar ingredientes frescos sobre los industriales.
El peso de la industria y por qué la solución no recae solo en la persona
Uno de los hallazgos más importantes del informe es la enorme influencia económica de la industria de ultraprocesados, que genera ventas que superan los 1.9 billones de dólares al año. Con ese poder pueden financiar campañas publicitarias masivas, influir en decisiones políticas y respaldar estudios que generan confusión sobre los riesgos reales.
El investigador Simon Barquera recuerda que este no es un problema de “falta de disciplina” en el consumidor. Es un sistema completo orientado a que estos productos sean la opción más fácil, más barata y más visible.
Para los adultos mayores, esto implica que muchas veces la decisión de comer mejor no depende solo de voluntad, sino de condiciones externas como disponibilidad, transporte, precios y acceso a opciones más saludables.
Qué podemos hacer desde La Alianza y en casa
Aunque el desafío es grande, sí existen pasos sencillos que pueden marcar una diferencia en la salud diaria.
- Priorizar alimentos frescos cuando sea posible
- Comprar más frutas y vegetales y menos productos empaquetados
- Preparar comidas sencillas en casa aunque sean recetas básicas
- Leer con atención las etiquetas
- Elegir opciones con menos ingredientes
- Organizar compras semanales en mercados o ferias agrícolas
- Evitar productos que duran meses sin cambiar de apariencia
Además, desde La Alianza recordamos que en nuestras plataformas informativas y eventos comunitarios, se incluyen charlas de bienestar y orientación nutricional, actividades de cocina saludable y apoyo comunitario para quienes deseen mejorar su estilo de vida sin sentir que están solos en el proceso.
Un cierre necesario para nuestra comunidad
Los científicos fueron claros y directos. Los ultraprocesados están afectando la salud del mundo y su consumo sigue aumentando. Para la familia de La Alianza, esta información es vital. En la etapa dorada, mantener una alimentación equilibrada es una pieza fundamental para conservar movilidad, energía, claridad mental y una vida plena y digna.
Cuidar lo que llevamos al plato no es una moda, es una forma de proteger la salud, fortalecer la autonomía y defender el bienestar que todos nuestros adultos mayores merecen.






